domingo, 2 de junio de 2013

El costado disco de Daft Punk

En tiempos en que la creatividad en la música electrónica se cae a pedazos y los principales DJ del planeta se fagocitan unos a otros, al punto que para distinguir a David Guetta de Deadmau5 es necesario observar quién cubrió su cabeza, Daft Punk vuelve a la arena con su álbum más orgánico, pegadizo -y antojadizo- y conmemorativo.
Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter regresaron. El dúo francés, bandera de la electrónica francesa y parte fundamental del renacimiento de esta movida a fines de los 90, volvió a firmar un álbum de estudio tras siete años -en el medio se interpuso la banda de sonido de Tron: el legado -. Y si en el título del anterior ya habían afirmado que, ante todo, eran humanos ( Human After All; 2005), en el reciente Random Access Memories (Columbia; 2013) no sólo repiten lo dicho, sino que van más allá: viajan en el tiempo, se reencuentran con la quintaesencia de la música disco y le aportan una lectura actual, desprejuiciada, más fresca que analítica y con el espacio suficiente para provocar. 
Así, la primera escucha resulta desconcertante y el tiempo se impone como agente necesario para unir las partes, los espacios libres entre Isaac Asimov, la música disco y las bandas de sonido.
¿Recuerdan la pirámide que trajo el dúo en su paso por Buenos Aires? Bueno, aquí el concepto piramidal está conformado por los referentes-participantes Giorgio Moroder, Pharrell Williams y Nile Rodgers. 
El productor, músico e ícono de la era disco cuenta su vida en el tercer track del álbum ("Giorgio by Moroder"). Una audiobiografía retrofuturista, instalada en la época en que 2001: Odisea del espacio era una película de culto datada en un tiempo por venir. La batería se expresa como el corazón de la canción, mientras los sintetizadores disparan rayos láser desde un probable videojuego de primera generación. El miembro de N.E.R.D. y de Neptunes, Pharrell y el Chic Nile Rodgers, 
sobrevuelan y se lucen en diferentes momentos del álbum. Pharrell lo hace en "Lose Yourself To Dance" y en el simple "Get Lucky". Las guitarras de Chic, el clima de balada funk, radiograbadores en los hombros y los primeros atisbos de cultura hip-hop se entrelazan en "Lose...". "Get Lucky", en cambio, parece un resabio de Parliament Funkadelic, según la lectura inicial de Jamiroquai (aquí unen fuerzas los franceses, Williams y Rodgers). Curioso, los Illya Kuryaki llegaron a un resultado muy similar en su disco de 2012.
La apertura, con "Give Life Back to Music", encuentra al dúo trabajando codo a codo con Rodgers. Funk gomoso nacido y criado en los años 70 que bien predispone a escuchar el resto. Le sigue una cuasi balada metalizada,
 "The Game of Love". Como en el primer track y como cada vez que la voz está a cargo del dúo, las cuerdas vocales llegan procesadas por ese chiche llamado vocoder que ha llegado demasiado lejos.
Panda Bear (Animal Collective), el Strokes Julian Casablancas y el veterano Paul Williams son algunos de los otros colaboradores que aquí suman sus esfuerzos. En el disco más tocado y humano de los franceses se distinguen cuerdas, vientos, percusiones, bajos y un sintetizador modular diseñado por un luthier que es el orgullo de D.P. Éste es el responsable de que el espíritu de Alan Parsons Project asome, por ejemplo, en "Instant Crush" (con Casablancas), tema que, tras implotar, esparce polvo de estrellas que llega hasta la mismísima pista de baile.
Sonríen los suecos de Abba, guiña un ojo Ziggy Stardust y, al momento de "Fragments of Time" (Todd Edwards, en voz), se cuela la melancolía de los imbatibles Steely Dan. Un disco de largo aliento y fuera de su tiempo.

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